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QUE ES LA BODA ALQUIMICA O MATRIMONIO CHAMANICO


La polaridad universal entre el principio masculino y el femenino tiene lugar también dentro de cada hombre y cada mujer. Somos la unión de un óvulo y un espermatozoide, tenemos hormonas masculinas y femeninas, lo que significa que tenemos acceso a un amplio abanico de energías masculinas y femeninas. El animus y el ánima son arquetipos internos o representaciones inconscientes. Jung, psiquiatra visionario cuya obra mantiene hoy una extraordinaria vigencia, denominó animus a la parte masculina de la psique de la mujer, y ánima a las cualidades femeninas de la psique del hombre. La polaridad masculina implica movimiento, es la acción de engendrar, de penetrar, la capacidad de explorar el mundo y de ir en busca de lo que se quiere. Es la iniciativa, la lógica, la mente. La polaridad femenina es la capacidad de entrega y de receptividad, la ternura, fecundidad, contemplación e intuición. El cuerpo frente al espíritu. El trabajo de integración de ambas polaridades se denomina «matrimonio interior» o «boda alquímica», consiste en aunar y equilibrar ambos principios complementarios dentro de uno mismo para completarse. Gráficamente estaría representado por el símbolo oriental del equilibrio dinámico entre el Yin y el Yang que todos conocemos. La energía masculina y la femenina se relacionan con el dios Shiva (conciencia) y la diosa Shakti (energía) los amantes universales de cuyo amoroso abrazo nace todo. Es la integración de las polaridades: Sol / Luna Cielo/ Tierra Penetrabilidad / Receptividad Mente / Cuerpo Razón/ Intuición Fuerza / Vulnerabilidad Perseverancia / Flexibilidad Separación/ Unión Espíritu / Naturaleza Este principio de integración de opuestos es de primordial importancia en la psicología jungiana: la resolución que por medio de la integración acaba con el conflicto. Jung denominó «obra de principiante» a la integración de la sombra, y «obra maestra» a la integración del masculino y el femenino. El alma del hombre es de naturaleza femenina, y la de la mujer masculina. Jung dice que los hombres son masculinos por fuera y femeninos en su interior, mientras que las mujeres son femeninas exteriormente y masculinas por dentro. Las mujeres son receptivas por fuera pero penetrantes y duras en su interior, y los hombres son agresivos y fuertes por fuera pero blandos y protectores por dentro. Cuando las mujeres conectan con su interior encuentran lógica, competitividad, firmeza, poder personal y reflexión. Cuando los hombres vislumbran su interior muestran vulnerabilidad, compasión, sabiduría, deseo de unidad y tolerancia. El ánimus es un arquetipo inconsciente que se revela como la imagen interna que tiene la mujer del hombre, lo masculino interno de la mujer. Por su parte, el ánima es la imagen inconsciente de la mujer en el hombre, lo femenino interno del hombre. Ambos arquetipos generan atracción a través de la proyección de esa imagen interna en el exterior. Jung dice que en los amores a primera vista uno es “tomado” por la fuerza interna del arquetipo, es decir que aquello que nos atrae de un hombre o una mujer es el propio animus o ánima. Bert Hellinger, creador de las constelaciones familiares, y para mí el principal heredero de Jung, manifiesta en su libro Felicidad Dual que para que una relación sea duradera hay que crear una imagen interna que corresponda a la propia dignidad, fuerza y vocación, entonces llegará alguien que reúna estos aspectos. Jung comprendió y revalorizó la riqueza del universo femenino, compensando así en buena medida el rechazo y la exclusión que sufrió la mujer durante siglos por parte de la sociedad patriarcal. Las mujeres llevamos décadas integrando la polaridad masculina, y los hombres están haciendo lo propio con su polaridad femenina, aunque todavía en menor medida. Si su innovadora visión de integrar la otra polaridad fue en ese momento una fascinante teoría, hoy conocemos su verdadera trascendencia al experimentar cómo el destino personal deviene de la integración del animus y el ánima. Hombres y mujeres nos hemos transformado de una manera asombrosa a través de esta integración. Estos procesos, sin embargo, están generando nuevos desafíos, enigmas e incógnitas que Jung seguramente no llegó vislumbrar. En efecto, hay aspectos a tener en cuenta, por ejemplo es un hecho que la mujer que ha desarrollado su energía masculina se siente segura, es activa y tiene capacidad de decisión, en detrimento su femineidad, por lo que a la hora de abrirse a un hombre necesitará reequilibrar ambas energías para no entrar en competencia con él y permitirle entrar en su vida. En este sentido Hellinger dice que “cuando uno se realiza integrando lo que es propio del otro sexo se siente completo y se convierte en una persona solitaria y autosuficiente”. Por su parte, los hombres que rechazan su parte femenina se muestran poco receptivos, les cuesta entregarse y tienden a huir de la intimidad. Los hay que integran el femenino reprimiendo su agresividad, mostrándose excesivamente débiles y buscando una mujer que les sostenga. Algunos hombres se quejan de que las mujeres hemos perdido femineidad en este proceso, mientras que para otros es una liberación no tener que cargar con el destino de las mujeres. Si parece que existe un desfase entre los procesos de los hombres y las mujeres. Es fundamental que todos los que transitamos un camino de consciencia tengamos en cuenta estos procesos para equilibrarnos en primer lugar individualmente. El mundo necesita que las fuerzas masculinas y las femeninas se equilibren, cooperen y fluyan juntas, que no predomine lo masculino sobre lo femenino, que la Diosa recobre su lugar y lo masculino se ponga al servicio de lo femenino. Un mundo con las dos alas, la del amor y la libertad, integradas y fluyendo en una completa unión. Siempre hay otra vuelta de tuerca, y más allá de los arquetipos Jungianos ahora necesitamos resintonizar y apropiarnos de nuestra masculinidad y femineidad. Una vez que hombres y mujeres hemos desarrollado las energías masculinas y femeninas en nuestro interior, es hora de dar un paso más para que el arquetipo integrado no coarte y restrinja la plena expresión de la esencia sexual, es decir, necesitamos fortalecer la propia masculinidad y femineidad. En su libro En íntima comunión David Deida investiga los tres estilos de relación y nos propone nuevas vías de crecimiento en pareja. Existen, según él, tres fases en las relaciones con sus características específicas: la de dependencia, la de 50-50 y la etapa de íntima comunión. Un recorrido de crecimiento necesario, individualmente y como pareja, para integrar y reequilibrar en cada uno las energías de manera que la energía masculina y femenina fluya entre ambos naturalmente. Si la mujer se resitúa en su polaridad femenina el hombre hará lo propio con su polaridad masculina, y viceversa. En el libro encontraréis también información de la polarización para relaciones entre personas del mismo sexo. Animus y ánima son arquetipos profundamente transformadores. Cuando el hombre integra su femenino y la mujer hace lo propio con su masculino ambos recobran energía y se hacen dueños de las expectativas y fantasías inconscientes proyectadas en el otro sexo, lo que da como resultado una mayor aceptación de la realidad y del otro como es, menos exigencias, desilusiones y conflictos, y una mayor libertad y creatividad para ambos. Gracias a este proceso la relación de pareja se renueva, se vuelve más sana, profunda y completa. La pareja arquetípica sirve de motivación para ir más allá, hacia un nuevo horizonte. Cuando las energías se equilibran en cada uno de ellos, y el masculino de él es más fuerte que el masculino de ella, y el femenino de ella es más fuerte que el de él ambos conquistan su espíritu salvaje y poder personal. Ella impele hacia un flujo de amor, intimidad y comunicación más profunda a través de la sensualidad y la irradiación, y él aporta dirección, propósito, libertad y expansión a la relación. Ambos cultivan la conexión consigo mismos comprometidos en sus procesos de realización personal, permaneciendo presentes con el corazón abierto momento a momento, en la práctica del verdadero amor, despiertos a la totalidad de su Ser. La práctica del amor se refleja en una sexualidad sagrada que fluye entre la pasión, la rendición y el éxtasis, y relajados en su verdadero Ser experimentan la Unidad. Cuando el alma accede a la profundidad de los abismos e integra la mitad que le falta alcanza la plenitud.

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